Trauma y disociación: un enfoque psicoterapéutico
El trauma es un fenómeno psicológico complejo que involucra no sólo el cuerpo, sino también la mente, dejando a menudo cicatrices invisibles que afectan la vida diaria de las personas. Uno de los efectos del trauma más frecuentes y menos comprendidos es la disociación, un mecanismo de defensa que adopta la mente para protegerse de experiencias insoportables.
¿Qué es la disociación?
En psicoterapia, la disociación se describe como una desconexión entre pensamientos, emociones, percepciones y recuerdos que normalmente están integrados en la conciencia. Este fenómeno ocurre cuando la mente se ve abrumada por eventos traumáticos, separando ciertos aspectos de la experiencia para reducir el dolor psicológico.
La disociación no es simplemente un “apagón” de la mente, sino un modo complejo de adaptación. Es una forma en la que el individuo intenta preservar una parte de sí mismo, aislando las emociones más intensas y perturbadoras para poder seguir funcionando. Sin embargo, esta división crea «islas» de experiencias que, si no se reconocen e integran, pueden provocar síntomas a largo plazo como ansiedad, depresión, dificultades en las relaciones y trastornos de identidad.
El trauma como evento disruptivo
El trauma no se define únicamente por el evento en sí, sino más bien por la respuesta del individuo a ese evento. Los estudios sobre el trauma a menudo han destacado cómo éste actúa como un «fragmentador» de la identidad, dividiendo partes de la experiencia de uno mismo y de los demás. La mente traumatizada intenta protegerse a través de la disociación, pero este mecanismo puede volverse disfuncional cuando impide la reelaboración del evento y su integración en la narrativa de vida del individuo.
Disociación en la práctica clínica.
Un aspecto crucial del trabajo psicoterapéutico con personas que han experimentado un trauma y experimentan disociación es ayudar al paciente a reconstruir un sentido de continuidad interna. El proceso de curación requiere tiempo, empatía y una profunda sensibilidad a las señales no verbales, ya que muchas experiencias disociadas no son accesibles a través del lenguaje, sino que se manifiestan a través del cuerpo y las emociones.
La psicoterapia, por tanto, se configura como un espacio seguro donde el individuo puede integrar lentamente experiencias traumáticas disociadas. El terapeuta actúa como testigo y guía en este delicado proceso, facilitando la integración de emociones, recuerdos y experiencias corporales.
Enfoques terapéuticos integradores
Si bien nos basamos en modelos clásicos de psicoterapia del trauma, como la teoría del apego y la terapia centrada en la persona, es importante integrarlos con especial atención a los procesos corporales. De hecho, el trauma y la disociación también se manifiestan a nivel físico, a través de tensiones, posturas y movimientos inconscientes. La terapia por tanto, además de trabajar a nivel cognitivo, debe tener en cuenta el cuerpo, facilitando el acceso a los recuerdos implícitos a través de prácticas que fomenten una mayor conciencia somática.
Conclusión
Es importante considerar el trauma y la disociación no como signos de patología, sino como adaptaciones de la mente y el cuerpo a experiencias insoportables. El desafío de la psicoterapia es ayudar al paciente a reconectar los fragmentos disociados de su ser, creando un espacio de integración que le permita redescubrir una sensación de continuidad y seguridad. Este proceso de reconstrucción es esencial para superar el trauma y vivir una vida más plena y auténtica.
Bibliografía
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Liotti examina el fenómeno de la disociación, particularmente en trastornos postraumáticos complejos, vinculando la disociación con mecanismos de apego inseguros y desorganizados.
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